¿Cuantas veces has sentido que tienes un enorme problema por resolver,  y no se te ocurre cómo hacerlo? ¿Cuántas veces por miedo a hacer daño o a que te lo hagan te quedas quieto sin hacer lo que te gustaría? ¿Cuántas veces el miedo hace que le des vueltas a las cosas y no actúes?

Si te reprimes de hacer lo que te gusta, si te cuesta empezar tareas nuevas, si te es difícil relacionarte, estos son signos de que el miedo tiene más presencia de la que pensabas y está limitando tu vida.

Al final del artículo te doy tres claves para que puedas gestionar el miedo de manera que no controle tu vida.

¿Qué es el miedo?

El miedo es una de las cuatro emociones básicas junto con la alegría, la tristeza y la rabia. Su función principal es la de avisar de que hay un riesgo, un peligro. Aparece para que tengas en cuenta que puedes  sufrir daños. Esa es su función biológica; la de mostrar el peligro y dar la posibilidad de escapar, atacar o defenderte. Por tanto el miedo tiene una función adaptativa, de protección del individuo y de la especie. El miedo te protege y da lugar a la prudencia. Gracias a ella puedes valorar las situaciones y decidir si haces una u otra acción.

Simplemente el miedo es algo muy útil para ti y para todo el género humano. El problema es que en la actualidad existen tantos estresores que disparan el miedo en nuestro día a día que a veces es complicado poderlo gestionar. El miedo está presente siempre en las interacciones sociales. (¿Le caeré bien?, ¿haré lo correcto?, ¿entenderá lo que le estoy diciendo?, ¿me hará daño? También aparece de alguna manera en las situaciones en las que tienes que tomar una decisión. Así que el miedo está presente en casi todas las acciones del hacer diario.

¿Cuándo aparece el miedo?

No es necesario que aparezca un tigre que te devore para sentir miedo. Muchísimas situaciones lo generan; una cucaracha andando por el suelo generará desagrado, asco y… miedo (en una pequeña proporción). Una confrontación con un superior para pedirle un aumento de sueldo o una reducción horaria generará un miedo al conflicto, o a la posibilidad de perder el trabajo. El miedo tiene toda una graduación: desde las sensaciones de desagrado o pereza, hasta el terror o el pánico más extremo. Entre uno y otro hay una línea de casi infinitos matices. El problema para detectarlo es que socialmente está mal visto. No se enseña su gestión sino a esconderlo o negarlo. Esto hace que posiblemente sólo lo identifiques en las  situaciones extremas. La realidad es que el miedo está mucho más presente de lo que te gustaría.

Estrategias para que el miedo no controle tu vida.

  1. Evita futurizar. Sólo existe el aquí y el ahora.

    En realidad,  lo único que existe es el momento presente. La educación que hemos recibido nos focaliza en el futuro, en la preocupación (pre-ocupación). ¿Cuantas veces te descubres intentando resolver el futuro antes de que ocurra? Las posibilidades de imaginar futuros escenarios difíciles o terroríficos son enormes. Y ante esos escenarios aterradores parece que tus recursos no van a ser suficientes. Es fácil que ante esta situación prefieras no actuar o seguir imaginando alguna solución. En esa situación todavía habrá más miedo y menos capacidad de gestionarlo. El contacto con el momento presente hace que veamos el problema al que nos enfrentamos en su  magnitud real

  1. Solo puedes controlar lo que depende de ti.

    Parece una obviedad, pero, ¿quién no ha intentado que todo salga perfecto antes de dar un paso?¿quién no sueña con controlar todos los factores? Cuantas veces has pensado “si hago esto él/ella actuará de esta manera”. En realidad sólo nos podemos hacer responsables de nuestras acciones. El intentar prever las respuestas de los otros es una buena manera de desatar la imaginación buscando peligros y soluciones. Es volver a futurizar, volver a tener más miedo y posiblemente quedarte quieto –otra vez- buscando la mejor solución.

  1. Actúa.

    El miedo te prepara para afrontar un peligro futuro, pero el miedo irracional tiene la facultad de paralizarte. Actuar simplemente quiere decir que empieces a hacer algo, por mínimo que sea y simplemente ver qué ocurre. Te sorprendería la de posibilidades que se abren ante ti una vez que hayas dado un pequeño paso. Incluso si a lo que te enfrentas es a tu peor pesadilla, surgirán herramientas para poder gestionarlo y enfrentar la situación. Lo que ocurre en nuestra imaginación siempre es peor de lo que sucede en la realidad. El primer paso no te lleva a tu destino, pero te saca de donde estás.

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